27/5/21
20/2/20
17/12/18
20/11/18
domingo, 18 de noviembre de 2018
GRITO LIBERADOR Y EN ESPIRAL
Grito
Cecilia
Palma
Ilustraciones
de Catalina Mancilla Palma
Ediciones
Eutopia, Santiago de Chile, 2018, 70 páginas.
Hace ocho
años tuve la oportunidad de presentar,
sobre todo para los lectores españoles, a la poeta
chilena Cecilia Palma, autoadscrita a lo que en
Chile se llama generación NN, la generación de los
sobrevivientes en el período de la dictadura militar
pinochetista. Cecilia Palma es así mismo una poeta
metafísica, tal como la encuadra la crítica de su país..
Grito, su nuevo poemario se vincula con esa misma
línea en la que la poesía es un lugar de pensamiento,
como señaló en su día en pensador francés Alain
Badiou, en referencia a “la edad de los poetas”.
Poesía metafísica en buena medida, mas en las
sobre todo para los lectores españoles, a la poeta
chilena Cecilia Palma, autoadscrita a lo que en
Chile se llama generación NN, la generación de los
sobrevivientes en el período de la dictadura militar
pinochetista. Cecilia Palma es así mismo una poeta
metafísica, tal como la encuadra la crítica de su país..
Grito, su nuevo poemario se vincula con esa misma
línea en la que la poesía es un lugar de pensamiento,
como señaló en su día en pensador francés Alain
Badiou, en referencia a “la edad de los poetas”.
Poesía metafísica en buena medida, mas en las
antípodas de aquella poesía metafísica
inglesa del
siglo XVII, orientada a captar más la razón que las
emociones, no al individuo sino a la especie.
siglo XVII, orientada a captar más la razón que las
emociones, no al individuo sino a la especie.
Grito es
el quinto poemario de Cecilia Palma, y ya
el lema del paratexto (“La noche tiene la forma de
un grito de lobo”, un verso de Alejandra Pizarnik)
nos pone en la senda para llegar a las esencias
de este libro y nos da una explicación sobre su
campo de sentido. Cecilia Palma, si bien de forma
más simbólica que narrativa, representa en el
fondo algunos de los momentos y constantes de
la existencia humana. Comenzando por el
profundo desgarro que se produce cuando el grito
del hijo, cobijado durante meses en el refugio
materno, atrapado ahora en la quebrada del cuello,
está a punto de ser parido. Es el alarido infinito
y primigenio que lanza al recién nacido o a la
recién nacida en caída libre; una caída que es a
la vez drama y liberación. Pero también sangrar y
desangrar.
el lema del paratexto (“La noche tiene la forma de
un grito de lobo”, un verso de Alejandra Pizarnik)
nos pone en la senda para llegar a las esencias
de este libro y nos da una explicación sobre su
campo de sentido. Cecilia Palma, si bien de forma
más simbólica que narrativa, representa en el
fondo algunos de los momentos y constantes de
la existencia humana. Comenzando por el
profundo desgarro que se produce cuando el grito
del hijo, cobijado durante meses en el refugio
materno, atrapado ahora en la quebrada del cuello,
está a punto de ser parido. Es el alarido infinito
y primigenio que lanza al recién nacido o a la
recién nacida en caída libre; una caída que es a
la vez drama y liberación. Pero también sangrar y
desangrar.
Y
tras la expulsión del conducto vital, la
navegación por la vida, con un cuerpo que también
es prisión, obligados a arrojarnos en brazos del
viento, acunados por el sueño y entregarnos al
abismo. Y ser juguetes del destino, paralizados
quizás por el miedo que “hiere / asfixia / sujeta /
ciñe al respiro con trenzas negras” (página 36).
Es el destino de la especie. Como también lo es
la necesidad y el atrevimiento de avanzar, aunque
sea con la certidumbre de la pérdida, de un mal paso
que se descuenta al final de la partida.
navegación por la vida, con un cuerpo que también
es prisión, obligados a arrojarnos en brazos del
viento, acunados por el sueño y entregarnos al
abismo. Y ser juguetes del destino, paralizados
quizás por el miedo que “hiere / asfixia / sujeta /
ciñe al respiro con trenzas negras” (página 36).
Es el destino de la especie. Como también lo es
la necesidad y el atrevimiento de avanzar, aunque
sea con la certidumbre de la pérdida, de un mal paso
que se descuenta al final de la partida.
La
poeta no olvida los contextos en los que esa
existencia recién alumbrada tendrá que vivir, y a
los que tendrá que enfrentarse: los ocres del desierto,
una historia de abusos y de niños tragados por el
frío, golpes, estocadas que acechan en caravana,
vacíos en el estómago, vacuidades devoradoras del
pensamiento, amores inconclusos, dudas que
rondan los cuerpos… Y frente a todo ello, la única
defensa: un cuerpo que es apenas una certeza, pero
que es capaz de abrazar y besar. El beso
desembalado se transforma en caricia capaz de
sorber el miedo. Tampoco omite Cecilia Palma el
recuerdo de los ausentes, la estirpe que se aferra a
los huesos. Por eso los recoge a todos, y será con
ellos que se arroje a la contingencia y a la lucha
existencial.
existencia recién alumbrada tendrá que vivir, y a
los que tendrá que enfrentarse: los ocres del desierto,
una historia de abusos y de niños tragados por el
frío, golpes, estocadas que acechan en caravana,
vacíos en el estómago, vacuidades devoradoras del
pensamiento, amores inconclusos, dudas que
rondan los cuerpos… Y frente a todo ello, la única
defensa: un cuerpo que es apenas una certeza, pero
que es capaz de abrazar y besar. El beso
desembalado se transforma en caricia capaz de
sorber el miedo. Tampoco omite Cecilia Palma el
recuerdo de los ausentes, la estirpe que se aferra a
los huesos. Por eso los recoge a todos, y será con
ellos que se arroje a la contingencia y a la lucha
existencial.
Con
la seguridad de que la vida renace después
del grito, la poeta realiza en sus versos, estrofas y
poemas una profunda reflexión -poética en la forma,
existencial en el contenido- sobre esa partida que
es la vida que, cual espiral representada
copiosamente en las ilustraciones, gira y gira en
torno al grito liberador, frente a la penuria que es
la existencia.
del grito, la poeta realiza en sus versos, estrofas y
poemas una profunda reflexión -poética en la forma,
existencial en el contenido- sobre esa partida que
es la vida que, cual espiral representada
copiosamente en las ilustraciones, gira y gira en
torno al grito liberador, frente a la penuria que es
la existencia.
Una
poética que, como en Vuelvo de Siberia
esta tarde, se eleva como operación de lenguaje y
pensamiento, sin palabras vanas, sin cultismos,
en una sucesión contenida, con ausencia incluso de
título, aunque acompañados por acertadas
ilustraciones -“ut pictura poesis”- de
Catalina Mancilla Palma.
esta tarde, se eleva como operación de lenguaje y
pensamiento, sin palabras vanas, sin cultismos,
en una sucesión contenida, con ausencia incluso de
título, aunque acompañados por acertadas
ilustraciones -“ut pictura poesis”- de
Catalina Mancilla Palma.
Poesía
pues que sutura emoción y pensamiento.
Por eso habla a la vez el corazón y la cabeza,
nos deleita y nos hace pensar.
Por eso habla a la vez el corazón y la cabeza,
nos deleita y nos hace pensar.
Francisco
Martínez Bouzas
Tres poemas de Grito
¡Ah, ese
grito!
“ese
grito que desgarra y
somete
que arrincona a los sentidos en un
vértice
amortajados
tal vez
en sigilo
ellos permitiendo la oscuridad
o
la luz
roce de donde habita
el coraje
de aquello que ha estado
prisionero bajo la piel
es el momento del derroche
del disolverme amarrada
al sonido que expulsa la
campana
deste
único templo
lo cierto
lo exquisitamente mero
es el momento
de sangrar y desangrar el
torrente aferrado en
el tajamar
en el túnel, en el conducto
vital
desarraigar lo que
somete y sujeta
lo que ahoga día con
día
momento
a momento”
…..
“arriba
se abrazan los vientos
un disfrute gozoso a la intemperie
un precoz destino de uniones y éxtasis
largas greñas envuelven los ocres del desierto
una chola grita a sus antepasados una historia
de abusos y de niños tragados por la
arena y el frío
canta a la aurora rosácea
inaugura el silencio
despeja el destino sus pasos
yo juego a extender mis alas
pero no hay viento que se lleve mi nombre
en tropeles los instantes
vértigos y náuseas atacando
delirios de amores ciegos
golpes que acechan en caravana
ella
resiste a la estocada
pone su pecho abierto
mientras las mariposas huyen de
la escena”
…..
“se
calma la vigilia con ese
beso negruzco de los cirros
tan húmedo y tan blando
hay que
apagar la mirada -digo- y
respirar
se
acumulan las imágenes adentro mío
se atropellan
insisten
juegan aganar la batalla
hay que apagar la mirada y
respirar -repito-
y
dejarse arrastrar por el viento
abandonarse al silencio
a lo absoluto
al goce de los sentidos
tengo tanto que decir
tanto que
decir”
(Cecilia
Palma, Grito,
páginas
13-17, 48-49, 66-67)
7/9/17
Se vende humo
Libro de Joaquín Escobar que reúne
12 textos, ligados como una columna vertebral por el concepto que da el título
a la obra publicada por Narrativa Punto Aparte (2017).
Este joven talento tiene la gracia, así creo, de apartarse de los
motivos e historias a las que nos tiene acostumbrados -y por qué no decirlo-
aburridamente acostumbrados, gran parte de la narrativa actual. Y es que los relatos
de Escobar con su lenguaje identitario nos revela la intensidad existencial de
una parte de la sociedad, desde un escenario principal con historias comunes
aunque auténticas, que nos llevan desde amoríos, carretes, una chica que
colecciona ejemplares de La Náusea o gemelos ladrones, hasta a una estudiante
de literatura que trabaja en un call center; historias que poseen originalidad
tanto en su factura como en el desarrollo del nudo.
Los personajes, creíbles todos,
generalmente muestran más que el tópico corporal, el psicológico; la mayoría -sino
todos- los cuentos, contienen citas o aluden a algún escritor esencial, por lo
que el libro se convierte, de alguna manera, en un cosmos narrativo intelectual
que obliga al lector a estar atento al devenir de los personajes y a la razón
por la cual se está aludiendo a tal o cual. Otra de las características de Se
vende humo, es que los protagonistas de los relatos son siempre jóvenes
con cierto cuestionamiento de la realidad; en general son historias que
podríamos llamar “negras” en el sentido de que en el trasfondo de éstas, casi
siempre existe un conflicto social importante que obliga al personaje a
posicionarse en uno de los flancos.
El traslape de los relatos logra
componer un imaginario único con un ambiente narrativo en el que la crítica a
la sociedad no está ajena; muy por el contrario, de manera inteligente, el
autor mezcla la cotidianeidad con una impronta realista. El concepto de vender
humo que -ya se mencionó- es transversal a las historias, es consecuente con la
falta de fe, la promesa inútil, la idea que se vende y que no es cierta; la
certeza de aquello por lo cual no vale la pena luchar. Es el humo, la nada, lo
volátil en un mundo de concreciones y realidades. Notable conjunto de cuentos.
Cecilia Palma
Poeta y editora
22/5/17
¿La que volvió… es la misma?
Algunas palabras para El
faro, quirófano al Noreste.
Astrid Fugellie Gezan, poeta
perteneciente a una generación que creció y se desarrolló en un país totalmente
distinto, protagonista de la diáspora y testigo del violento quiebre de nuestra
democracia, es la autora de este poemario El
Faro, quirófano al Noreste, libro editado por Cuarto Propio y que inicia con un excelente prólogo de Christian
Formoso.
Ricardo Blume escribió que en
un contexto en el que la vida se ve amenazada, “la conciencia de la precariedad
humana exige la presencia de otra realidad”; y tal vez por ello, Astrid ha pasado
durante su poética, entre otros muchos temas, por la identificación personal
con algunas de nuestras etnias, por ejemplo, simbolizando a través de sus
versos el abandono, la soledad o el despojo. Ahora, con este Faro con el que hoy alumbra a la poesía
chilena, ella aborda en sí misma la orfandad y el desamparo a través de un
cuerpo inerte que está desertando de la vida.
No es azaroso que comience su
poemario con dos citas que conmueven. Una, de Conrad, en la que se pregunta si aquel
que volvió a vivir es el mismo que fue… advirtiendo que su grito, o más bien,
sus gritos en ese retornar, eran el respiro del regreso…
El otro epígrafe es de T.S.
Eliot, y nos acerca aún más a lo que se viene en las páginas posteriores, pues
la imagen que el poeta compara es, precisamente, la de un ocaso con un
quirófano en una partida, una ruta entre calles medio desiertas…
Precisamente. El libro de Astrid
se encuentra atravesado por la voz de la consciencia de una mujer -ella- que
comienza un viaje irremediable e intransferible sobre una camilla a través de una
línea o sobre un borde confuso e inestable acercándose a una frontera
desconocida cuyo límite está develándose.
Estos hechos tan dolorosos la
llevan a resolver el desarrollo del poemario concretizadando una revalorización
del ser, del yo conflictuado fuertemente, casi hasta el punto del quiebre.
En el desarrollo de este libro
hay tres fechas relevantes para la autora: invierno de 2008, primavera del 73 y
verano del 50; de manera que en este ir y venir entre la vida y la muerte en ese
peregrinaje íntimo y personal, la paciente-hablante nos lleva a lomo de sus
magistrales versos entre estas cronologías. Es así, entonces, que el libro
comienza ubicándonos en un espacio tiempo y en un periplo radical. Cito:
invierno
del dos mil ocho dice: rauda
es la
camilla
soplado
su esqueleto cruza
pasa
corredores salta los recintos
la
camilla cruza sí cede
En este poema la autora nos
pone en contexto de fecha (2008) y de lugar (que está insinuado); y, les
imprime, además, una urgencia: rauda,
soplado su esqueleto cruza, pasa, salta…
En estos cinco versos del
primer poema, Astrid nos devela el corpus, la columna que sostiene el libro, a
través de la cual, su voz nos va permitiendo acompañarla en sus recuerdos y emociones
en ese estado límite, por la franja que divide aquello que es desconocido, con
este lado donde la realidad –la suya-, la espera.
Es un viaje donde el consciente
se mantiene alerta aunque sus ojos estén cerrados, su boca no hable o su cuerpo
permanezca inerte, porque el juicio existe, percibe, siente. Sabe, por ejemplo,
en qué minuto la manivela actúa; artefacto que se transforma a lo largo del
libro en un símbolo de conexión entre una realidad y la otra.
los
ecos retumban
manivela des
valida
la vida
lloriquea
La autora reemplazó la
modernidad del botón (que ya existía para el 2008) por la antigua manija que al
hacerla girar al lado de los catres y camillas, cumplía con la función de levantar
o recostar a los pacientes dependiendo de sus necesidades médicas. La manivela
es, sin duda, protagonista del poemario, y es a través de ella que Astrid nos
despierta y nos dice, estén atentos que estoy dejando de respirar. Necesito
oxígeno, estoy cayendo al abismo…
lanceta
cayendo su
corte
es punzante: -¡de
cuajo al latido!- dice
manivela el abismo
El libro posee, como la autora
nos tiene acostumbrados, un lenguaje depurado, trabajado con mucho cuidado, con
amor. Cada poema contiene un conjunto de palabras que están ahí porque tienen
que estar. Nada es al azar, ningún corte, ningún signo está fuera de su lugar. Es
un claro ejemplo de aquello que nos hablara Pound en su ensayo “El arte de la
poesía”; en el que señala, o más bien aconseja, no enturbiar la percepción de
un sentido intentando expresarlo en términos de otro. Hay que buscar la palabra
exacta, dice; “la palabra justa”… y ella, Astrid, la posee.
Sin lugar a dudas, Astrid
Fugellie es una de las voces más trascendentes de la poesía chilena, poseedora
de una mirada amplia y variadas voces poéticas; es original, y por qué no
decirlo, vanguardista. Ella se atreve, inventa, juega con las palabras y las
palabras trascienden. Su pensamiento y sentimientos están contenidos de forma
armoniosa en cada trenza que teje y que convierte en un poema único.
Ella nos va revelando de manera
paulatina su divagar por un hades que tal vez es otro plano u otra realidad,
fundiéndose suave con aquello que está sucediendo en la sala de operaciones.
En la página 59 nos regala un
poema tremendo que nos cambia el escenario y nos devuelve a 1973. Un texto
fuerte y agudo que nos incorpora como actores del Golpe:
primavera de
setenta y tres dice:
la
queda es el toque de la queda
son las
luminarias apagándose
son los
hombres des
apareciendo es la muerte cabalgando
son los
ojos muriendo los ojos: -y el
malaventurado zarpazo, golpe,
y ¡golpe!
Todos
sufrimos todos sufrimos TODOS
Entonces
La otra fecha, verano del 50,
es época de nacimiento para Astrid “…faro imaginario, dimensión de la mar
oscura/manivela ay: -¡qué vida más muerte!”, dice. En estas páginas
entramos en ese alumbramiento doloroso en el que ella se transforma en el
milagro de la vida, en la diosa que será luego la misma mujer que verifica si
sus huesos y sus órganos están aún con ella cuando despierta en el quirófano.
Este tránsito de Astrid en la
sala de urgencia me recordó en algo a Borges y sus recurrentes tópicos
literarios, como el viaje, la búsqueda y el regreso, el reverso y el anverso…
temas que siempre apuntan a un conflicto vital profundo, que es lo que
precisamente tenemos en este libro. La autora está transmitiendo una de las
experiencias más intensas que un ser humano puede pasar; y estoy cierta de que transformarla
en poesía debió ser para ella como volver a vivir lo que tanto dolió; de manera
que los años que tomó en escribir este libro extraordinario, son los que tenía
que demorar en masticar, en tragar, respirar y sanar, porque -y con esto no
descubro la pólvora- escribir para un poeta es “vivir” cada imagen y cada
palabra; es como sentirlas desde la panza. De manera que, dicho esto, considero
a Astrid Fugellie no sólo una poeta intensa y magnífica; sino que, además, una
mujer doblemente valiente: sobrevivió dos veces a una misma muerte.
¡Manivela!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)